La historia de la Orden del Temple está plagada de sucesos prodigiosos, donde se entremezclan el heroísmo con la traición, lo trascendente con lo cotidiano, la ortodoxia cristiana con la heterodoxia sincrética, la poesía épica con las canciones de taberna. Este inquietante caos de humanas contradicciones, dejó huellas indelebles en la conciencia colectiva del pueblo llano. Y es la causa de que a partir de un fondo histórico, rodeado de un halo mágico, las gentes sencillas creasen y difundiesen los mitos, tradiciones y leyendas templarias que han circulado por Europa durante más de ochocientos años. Algunas de las mas arraigadas consejas, narradas de generación en generación por los campesinos al amor de la lumbre familiar, para asombro de medrosas comadres y terror de traviesos rapaces, han sido las referidas a ciertas tumbas templarias que constituyen verdaderos “lugares de poder”. En ellas, la energía emanada de los espíritus que presuntamente las habitan, convierte e éstas en vehículo de conocimiento y expresión para todo tipo de experiencias.
En la geografía ibérica quedan numerosos ejemplos de enterramientos de caballeros templarios, cuyas tumbas canalizan el sentimiento mágico del vulgo. Bien se trate de caballeros venerados por santos, de otros respetados por sabios, o de algunos temidos por magos, esas tumbas se relacionan casi siempre con fantasmas que pueden ser invocados en días propicios, como la noche de San Juan o el día de Todos los Santos, para revelar valiosos secretos referidos a tesoros enterrados. Bien sean de oro y plata, como objetos preciosos, o de sabiduría, en forma de viejos libros de magia. Muchos creen todavía en ellos y, en cada fecha señalada por la tradición, van a tales tumbas para practicar rituales propiciatorios, cuyo origen se remonta en muchos casos a ciertos mitos de los tiempos paganos, buscando beneficiarse con los arcanos secretos de los desdichados caballeros del Temple.
Paradójicamente, lo importante no es si estas tumbas pertenecen realmente a caballeros templarios, sino el hecho de que el pueblo haya utilizado al Temple como catalizador de sus anhelos trascendentes, mediante un símbolo iniciático primordial, como es “la tumba”: puerta dimensional que permite el paso del mundo material a la esfera divina, donde se renace intelectualmente enriquecido y espiritualmente purificado. Dicha “puerta” se abre por lo común en un solo sentido pero, según la creencia popular, los espíritus de ciertos difuntos pueden abrirla en ambas direcciones, por el poder que les otorga la santidad o la magia, para beneficio de aquellos vivos que los invocan.
De entre los muchos misterios que guarda el afamado santuario jacobeo de Nª Sª de Jesé, edificado por los templarios en Villasirga (Palencia), hacia 1150-1200, destaca el referido a una tumba hoy olvidada pero antaño muy afamada para las gentes de la comarca. Hablamos del sarcófago medieval, de propietario desconocido, sito en la capilla de Santiago. Quiere la tradición popular que sea la tumba de frey Juan Pérez, primer Comendador templario de Villasirga (hacia 1150) y Maestro Constructor que proyectó esta Catedral Templaria. Un edificio que responde al simbolismo ocultista de los Compañeros Constructores colocado al servicio del ritual iniciático templario, puesto que aquí eran recibidos como caballeros los aspirantes de gran parte del reino castellano.
Lápida atribuida al maestre Gualdim Pais, Maestre portugués que quiso ser inmortal recurriendo a la brujería,.en Tomar (Portugal). |
Se dice de frey Juan que, estando en trance de muerte, fue tentado en sueños por unos diablos quienes le descubrieron ciertos secretos de arquitectura sagrada, para que les entregase su alma. Pero frey Juan se encomendó a la Virgen de Villasirga, con la promesa de construirle una iglesia igual a la soñada si sanaba de su mal. La Virgen aceptó el trato, el templario sanó, retornó entre los suyos, se puso al trabajo y levantó el magnífico templo hermético que hoy contemplamos. Este método de adquirir conocimientos arquitectónicos, robando su ciencia a los diablos, oculta en realidad un proceso iniciático muy común entre los Constructores del medievo: el rito de la muerte iniciática, que supone el paso por otra dimensión psíquico-espiritual donde se tiene acceso a enseñanzas ocultas al común de los mortales. Sabiduría que, al regreso a la realidad cotidiana, ha de ponerse al servicio de los semejantes. En este caso levantando un edificio, según las reglas de la Arquitectura Sagrada, que ayude a peregrinos jacobeos y caballeros templarios a captar las energías telúricas, terreno-celestiales, para acceder más fácilmente a las esferas espirituales trascendentes.
Pero no es por sus cualidades constructoras que el vulgo recordaba al templario frey Juan, sino por su afición a la cetrería. En la tapa del sarcófago reposa el caballero con sus armas, junto a cuya pierna derecha dormita un gran lebrel, mientras en su puño izquierdo descansa un halcón cetrero. El caballero, frey Juan Pérez, habría perdido en una cacería su mejor halcón, para encontrarlo ofreció como exvoto uno de oro a la Virgen de Villasirga, NªSª de Jesé, patrona protectora de éstas aves. Al día siguiente, el pájaro volvió solo al puño de su dueño cuando paseaba a caballo. En memoria de esto, la estatua yacente de frey Juan tiene tal pájaro cetrero en el puño izquierdo. Y hasta no hace mucho tiempo, las madres de la comarca depositaban velas en la tumba de frey Juan con una curiosa petición: que enviase su halcón al cielo, para pedir a la Virgen que sus hijos aprendiesen a andar y hablar con rapidez. Otras, traían huesecillos o plumas de halcón, que dejaban toda la noche sobre el sarcófago del templario, para luego colgarlos al cuello de sus hijos o coserlas en el gorro, como poderosos amuletos contra el mal de ojo, que atrajeran riqueza y longevidad. Contaban las comadres, que la Virgen le había concedido esta gracia a los halcones como recompensa por haberle cazado pájaros para alimentar al Niño Dios durante la huída a Egipto.
¿Simple superstición popular? Es posible, pero también recuerdo de la antigua religión de los Dioses Olímpicos. En la mitología griega, Hiérace, un rico agricultor que adoraba a Deméter, era recompensado por la diosa con la prosperidad de sus campos. Cuando la cólera de Poseidón provocó el hambre en Tróade, Hiérace salvó a los troyanos al socorrerlos con las reservas de sus graneros. Mas Poseidón, al verse burlado, lo convirtió en el pájaro que hoy conocemos por halcón. Deméter no pudo deshacer el hechizo pero le concedió la amistad de los humanos, al aconsejarle que los ayudase cazando aves para ellos. Apolo también lo tomó bajo su protección, pues lo transformó en mensajero entre el Olimpo y la Tierra. Por ello los griegos veneraban a Hiérace, le ofrecían exvotos en forma de halcón y llevaban al cuello huesecillos de esta ave para protegerse de maleficios. La relación entre el halcón del templario frey Juan y el mitológico halcón Hiérace, parecerá mas clara si recordamos que la iglesia de Villasirga se levanta sobre un templo romano dedicado a la diosa Ceres-Deméter, la Madre Tierra Fecunda, benefactora y protectora de Hiérace, cuyo culto fue sustituido aquí por el de Nuestra Señora de Jesé, la Virgen Madre, amante patrona de los halcones cetreros.
Sepulcros antropomorfos de Malamoneda (Toledo), donde los cadáveres templarios derritieron la roca hasta darle forma de tumbas.. |
Pero no es sólo la mitología greco-romana quien pervive en las tradiciones populares sobre el Temple, también hay ejemplos de mitos hispánicos célticos reflejados en las leyendas de ciertas tumbas templarias. Es el caso de los gigantes “Gentiles”, que encontraron la imagen de la Mare de Déu dels Angels y levantaron su santuario en Horta de Sant Joan (Tarragona).
Cuando en 1177 los templarios se instalaron en el Castell d’Orta, y la zona estuvo libre de ataques musulmanes, lo primero que hicieron fue convertir el cercano “Puig del Gegant” en un centro peregrino de devoción mariana. Sobre el antiguo lugar de culto, compuesto por cuevas y dólmenes, levantaron el santuario de Nª Sª de los Ángeles que pronto fue famoso en todo el reino. En el atrio del templo gótico, podemos ver hoy tres sarcófagos de piedra, decorados con inquietantes imágenes: cruces célticas, rosetas espanta-brujas, signos cabalísticos, símbolos talismánicos. Cuenta la leyenda que allí reposan los huesos del primer Comendador de Horta, frey Bertrán Aymerich, y de los gigantes Rotlà y Farragó. Hasta el siglo pasado, las madres de la región acudían a dejar una vela y pasar alguna prenda infantil por los sarcófagos, para pedir a la Virgen que sus hijos crecieran tan fuertes y sanos como los gigantes, mas con la sabiduría del Comendador. Otra tradición afirmaba, que si en la noche de San Juan alguien de corazón puro cogía raeduras de piedra de aquellas tumbas y las tomaba disueltas en agua, antes de dormirse, durante el sueño se le aparecería el fantasma de frey Bertrán para ayudarle a descifrar las figuras de los sarcófagos. Estas indicarían en clave la forma de entrar a cierta cripta, secreta, donde los templarios habían ocultado sus libros sobre el arte de construir, aprendido de los gigantes. Pero ¿quienes son estos mítico personajes?
«...el mejor ejemplo de apropiación templaria de un mito pagano está en Tomar (Portugal). Relatan allí que Gualdim Pais, Gran Maestre del Temple portugués entre 1159 y 1195, deseoso de ser inmortal quiso seguir los consejos de un nigromante. Este le dijo que, si nada mas morir, su cadáver era troceado, introducido en una redoma con agua mágica y cocido a fuego lento mientras se leían ciertas fórmulas arcanas, al tercer día renacería de allí rejuvenecido...»
Quiere el mito, que los gigantes Rotlà y Farragó habitasen aquí desde la mas remota antigüedad. Eran laboriosos artesanos, que dominaban el arte de la construcción, y organizaban desafíos de fuerza para divertirse. Cierto día que estaban arrancando peñascos a ver quien los arrojaba mas lejos, encontraron enterrada una imagen de la Virgen y disputaron por su propiedad. Pasaba por allí el templario frey Bertrán quien, inspirado por Nuestra Señora, les propuso lanzar una peña y el que llegase mas lejos sería dueño de la escultura. Ganó Rotlà y la Virgen les habló diciendo: “Esta piedra será llamada Puig del Gegant, aquí me construiréis casa y viviréis”. Así lo hicieron durante siete años, hasta que vinieron mas templarios para formar comunidad, y los gigantes se retiraron a lo alto del Puig.
Lo que aquí subyace es el viejo mito de la Edad de Oro, donde se entremezclan el recuerdo de unos genios paganos de la naturaleza y un pueblo de artesanos de la piedra que convivió con los primeros cristianos, sin convertirse a la naciente fe, hasta ser absorbidos por la nueva sociedad. Se trata de los “gentiles”, “jentillak” o “jakinak“, cuyo espíritu sobrevivirá en los ermitaños constructores, primero, y en los gremios de Compañeros Constructores, después. Ya que ambos son herederos de unos secretos de oficio, que expresarán mediante el esoterismo plasmado en los símbolos de sus construcciones. A través de estos grupos y del Camino de Santiago, el mito de los gigantes gentiles, los desplazadores de montes, constructores de megalitos y luego de iglesias, símbolo de pervivencia de la vieja religión dentro de la nueva, se expandió a lo largo de los siglos para acabar siendo asumido por el sincretismo templario cuando su esencia se estaba diluyendo irremediablemente. Unos “jakinak” cuyo patrón, san Jacques -Santiago-, dominaba de tal modo el arte de la piedra, la cual derritió con su cuerpo para enterrarse en ella, que no sabemos si considerarlo como el “primer Maestro Constructor” o el “último Jentillak”.
Fieles a este patrón, en el lugar templario de Malamoneda (Toledo), existe la tradición de un ritual referido a los Compañeros Constructores, mezclado con los restos de un culto pagano a los difuntos. Narran la leyenda de un caballero traidor, quien a cambio de dinero abrió las puertas del castillo a los musulmanes. Toda la guarnición templaria murió y sus cadáveres fueron arrojados a los roquedales, para ser devorados por las alimañas. Mas cuando los cristianos reconquistaron el lugar, comprobaron que los cuerpos de los caballeros habían derretido la piedra, hundiéndose en ella hasta que tomó forma de sepultura y preservó sus cadáveres de las fieras. Todos menos uno, el del traidor. Del que los grajos sólo dejaron el esqueleto, que en la mano apretaba todavía una moneda como señal del pago por su traición. Se taparon con losas los enterramientos y en el roquedal se grabó una inscripción, relatando el milagroso suceso.
«Mas sorprendente es el caso de cierta tumba anónima, existente en la ruinosa ermita de la Virgen junto al despoblado templario de Echano (Navarra). Cuentan los viejos que allí estaba enterrada una monja templaria con fama de santa, la cual se había retirado para hacer vida de ermitaña al cuidado de una imagen de Nuestra Señora del Temple.»
Estos sepulcros existen todavía, se trata de tumbas antropomórficas anteriores al Temple, quizá visigodas. Hasta no hace mucho, allí acudían el día de Todos los Santos los vecinos de Hontanar que tenían algún familiar gravemente enfermo, para pedir a la Virgen una muerte dulce si no era posible su curación. A cambio dejaban velas en la roca de la inscripción y pasaban por ella una moneda, que llevaban al enfermo. Si éste sanaba la guardaba como amuleto toda su vida y si fallecía lo enterraban con ella en la mano. Costumbre pagana muy apropiada al lugar, ya que antes de ser visigodo había sido centro de culto celto-romano dedicado a los dioses del mundo de los muertos: Proserpina y Hades.
Mas sorprendente es el caso de cierta tumba anónima, existente en la ruinosa ermita de la Virgen junto al despoblado templario de Echano (Navarra). Cuentan los viejos que allí estaba enterrada una monja templaria con fama de santa, la cual se había retirado para hacer vida de ermitaña al cuidado de una imagen de Nuestra Señora del Temple. El pueblo la veneró por su bondadosa caridad y su prestigio de sanadora, nombrándola como “Arpeko saindua”: la santa de la cueva, o “Lezeko andrea”, la señora de la caverna. Los mismos apelativos que dedicaban al antiguo genio femenino vasco de la naturaleza: Mari o Maya, con quien fue asimilada esta dama templaria por su estilo de vida y sus mágicos poderes curativos.
Sepulcro del caballero templario Henry Marshall. Iglesia del Temple. Londres. UK. |
Cuando murió, las gentes continuaron visitando su tumba, a la que traían ofrendas de cera y exvotos, para solicitar ayuda en la cura de ciertos males. Las mujeres que deseaban quedarse embarazadas, debían dormir una noche sobre aquella lápida: tal como hacían las esposas paganas en las losas de los dólmenes. Y a pesar de que tras la destrucción de la Orden su nombre fue borrado de los santorales oficiales, el pueblo llano siguió venerándola como intercesora prodigiosa. Es mas, paganizaron también la ermita al rebautizarla como “Marijen kobia”: la cueva de Mari.
Aunque quizá, el mejor ejemplo de apropiación templaria de un mito pagano está en Tomar (Portugal). Relatan allí que Gualdim Pais, Gran Maestre del Temple portugués entre 1159 y 1195, deseoso de ser inmortal quiso seguir los consejos de un nigromante. Este le dijo que, si nada mas morir, su cadáver era troceado, introducido en una redoma con agua mágica y cocido a fuego lento mientras se leían ciertas fórmulas arcanas, al tercer día renacería de allí rejuvenecido. Cuando murió don Gualdim, los criados fueron a cumplir las instrucciones de su amo, pero el nuevo Gran Maestre lo impidió, mandando enterrar la redoma con el cadáver.
Por sorprendente que parezca, estamos ante una versión templaria del mito clásico de Medea. Queriendo vengarse Jasón del rey Pelias, asesino de sus padres, el héroe pidió ayuda a la hechicera Medea. Esta engañó a las hiyjas del rey, hasta convencerlas de que podía rejuvenecer a su achacoso padre. Para ello mató un carnero viejo, lo troceó dentro de un caldero, mientras las jóvenes recitaban las fórmulas mágicas que ella les decía, y al poco salió saltando de allí un corderillo. Las incautas muchachas mataron a Pelias, lo trocearon, arrojaron al caldero y recitaron las fórmulas presuntamente mágicas, pero el rey quedó muerto y Jasón vengado.
Muchas otras tumbas se nos quedan en el tintero, como la del Castelo da Lua en Rianxo (A Coruña). Era del Cabaleiro da Lua, un templario muerto por facilitar la fuga de dos amantes presos en la fortaleza. Cada noche de San Juan, los enamorados del lugar iban a ofrecerle flores y pedir su intercesión para tener amores con final feliz. Si un rayo de luna iluminaba las ofrendas, se creía que era el brazo fantasmal del buen templario dándoles su bendición.
O aquella del caballero que al enviudar se hizo templario, cuya lápida, en la iglesia de Villerías (Palencia), sirve de escalón a su entrada y los novios saltaban a pie juntillas al salir del templo, una vez celebrada la boda, para entrar en la vida de casados con buenos pasos.
Baste por ahora lo dicho, como ejemplo de este desconocido aspecto de la Orden del Temple, y dejemos descansar los espíritus de sus caballeros hasta ocasión mas propicia. ¿La noche de San Juan, tal vez?
Salud y Fraternidad.
© 2022 Rafael Alarcón Herrera.
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